En el siglo II antes de Cristo encontramos a los romanos en
nuestro pueblo, que formó parte de la provincia romana llamada Carthaginensis,
en la frontera con la Lusitania.
Sobre la cañada ganadera de origen celta, montaron los
romanos la calzada que unía Emérita Augusta con Caesaróbriga y Toletum (Mérida
con Talavera y Toledo). Al estar Santa Olalla junto a esta calzada, tuvo una
función específica que cumplir dentro del entramado romano, se convirtió en
lugar de descanso de las legiones y de viajeros, presidio para los penados por
la justicia e importante zona de explotación agrícola y ganadera.
Existe consenso entre la mayoría de los historiadores, para
afirmar que es en la etapa romano-cristiana cuando el pueblo recibe por primera
vez el nombre de Santa Eulalia. La situación de nuestro pueblo permitió que no tardara
en llegar la fama y devoción a esta mártir que desde el bajo imperio romano fue
patrona de Mérida.
Santa Eulalia de Mérida (Emérita Augusta, 292 - Emerita Augusta,
10 de diciembre de 304) fue una santa cristiana, virgen y mártir, que padeció
el martirio a los trece años en la ciudad de Mérida, mandada martirizar por el
gobernador de Lusitania, Calpurriano, durante las persecuciones a los primeros
cristianos del emperador Diocleciano. La noticia de la vida y martirio de la
santa emeritense se expandió rápidamente por el Imperio Romano, convirtiendo a
la ciudad en uno de las metas más importantes de peregrinación de Europa
occidental durante la alta Edad Media. De hecho, y hasta la proclamación de
Santiago Apóstol, Eulalia fue invocada como protectora de las tropas cristianas
en la Reconquista y patrona de las Españas.
Los datos acerca de la vida y muerte de Santa Eulalia los
encontramos en un himno que en honor de ella escribe el poeta Prudencio en el
siglo IV; así como del relato de su pasión recogido en el Pasionario Hispánico.
En el himno del poeta Prudencio se cuenta lo siguiente: Cuando
Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano
prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo, y mandándoles que debían
adorar a los falsos ídolos de los paganos. La niña sintió un gran disgusto por
estas leyes tan injustas y se propuso protestar entre los delegados del
gobierno.
Viendo su madre que la jovencita podía correr algún peligro
de muerte si se atrevía a protestar contra la persecución de los gobernantes,
se la llevó a vivir al campo, pero ella regreso a la ciudad de Mérida.
Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó
valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban adorar ídolos y prohibían
al verdadero Dios eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los
cristianos.
Daciano intentó al principio ofrecer regalos y hacer promesas
de ayudas a la niña para que cambiara de opinión, pero al ver que ella seguía
fuertemente convencida de sus ideas cristianas, le mostró todos los
instrumentos de tortura con los cuales le podían hacer padecer horriblemente si
no obedecía a la ley del emperador que mandaba adorar ídolos y prohibía adorar
a Jesucristo. Y le dijo: "De todos
estos sufrimientos te vas a librar si le ofreces este pan a los dioses, y les
quemas este poquito de incienso en los altares de ellos". La jovencita
lanzó lejos el pan, echó por el suelo el incienso y le dijo valientemente: "Al sólo Dios del cielo adoro; a El
únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más".
Entonces el juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola
con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas.
La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y
ahogada por el humo.
Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio
una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron
huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura
inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que
varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al
cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un
templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese
templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven
y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.
Etimológicamente, Eulalia significa en griego (Ευλαλια): 'la
que habla bien' - eu = 'bien', lalein = 'hablar' (verbo) o lalia = 'habla' (sustantivo).
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Santa Eulalia de Mérida Iglesia de San Pedro Apóstol - Santa Olalla |
Sería por tanto en el siglo IV, cuando surge oficialmente el
hagiotopónimo de Santa Eulalia, en alusión a nuestro pueblo.
En el siglo V entran los pueblos bárbaros y se consolida el
Reino Visigodo. Pocos datos tenemos de su relación con nuestro pueblo,
únicamente sabemos que en esta etapa se mantuvo el nombre dado por los romanos,
Santa Eulalia, en honor de la famosa mártir emeritense.
Es posible que se construyera en esta época la primera
iglesia de nuestro pueblo, y que se dedicó, como no podía ser de otra forma, a
Santa Eulalia que en ese momento se convierte en patrona del pueblo. No debió
ser un templo muy grande, pero cumplió una importante función en la
cristianización de nuestros antepasados. Fue destruida posteriormente por los
musulmanes.
El
resto arqueológico de esta época más destacado es una sepultura con restos
humanos encontrada en 1995 en el paraje de Alcantarilla según el arqueólogo que
la estudió, Zacarías López-Barrajón Barrios, data de los siglos V o VI d. C.