En el último cuarto del siglo XVI bajo la protección de los Condes de Orgaz y Señores de Santa Olalla se inició la construcción, extramuros de la villa de Santa Olalla, del convento de San Juan Bautista. El convento se ponía bajo la advocación de San Juan Bautista ya que su principal impulsor fue el conde don Juan Hurtado de Mendoza y Guzmán (Antoniana (Álava), 1536 - Santa Olalla, 1606). Además el convento se construía sobre la ermita de San Juan Bautista que aparece mencionada en 1575 en las relaciones de Felipe II: “Al quincuagésimo primo se responde que hay dos ermitas extramuros la una se dice de San Juan Bautista y otra de Santa Olalla”.
Se situaba en el arrabal de la puerta de Talavera, en el entorno de la actual calle Prolongación de San Juan. Se trataba de un bello y sencillo edificio que albergaba a una comunidad de unos veinte franciscanos descalzos. En 1580 lo ocupan franciscanos de la provincia de San Gabriel, a instancias de fray Francisco de Odón; en el archivo del convento se guardaba la licencia del Arzobispado de Toledo, del 8 de octubre de 1580 por la que Luis Tofiño de Sahagún, cura propio de la iglesia de San Pedro, y Juan Vélez Calderón, cura propio de la iglesia de San Julián, dieron la posesión de la ermita de San Juan a fray Ángel de Miranda, descalzo de la Provincia de San Gabriel. Pero en 1592 toma posesión del edificio la provincia de San José, siendo provincial de ésta fray José de Santa María y en esta provincia estaría incluido hasta la exclaustración en el siglo XIX.
Concesión del Patronazgo al Concejo de Santa Olalla Año 1610 - Archivo Municipal |
En los primeros años desde su fundación algunos de los frailes deciden embarcarse hacia América, tal vez huyendo de las penurias de aquellos primeros años fundacionales. El 16 de mayo de 1590 parten hacia Florida los frailes del convento de Santa Olalla fray Juan de Santiago, fray Juan del Castillo, fray Blas Rodríguez, fray Diego de Valverde y fray Alonso de Reinoso. Y el 9 de enero de 1593 les sigue fray Andrés Muñoz.
El 4 de octubre de 1606 sobrevino la muerte del conde don Juan Hurtado de Mendoza y el convento no había quedado totalmente terminado. Entendemos que hubo desinterés por parte de sus sucesores y fue la propia villa quien se convierte en protectora y patrona del convento. El 9 de septiembre de 1610 logró el concejo de la villa hacerse con el patronato del convento siendo provincial de los franciscanos fray Andrés de Ocaña que hacia esta concesión desde el convento de San Gil de Madrid: “les ha querido y quiere fundar un convento, acabar y poner en toda perfección el que esta comenzado de la advocación del glorioso San Juan Bautista que será como hacerle nuevo, fuera de la dicha villa, cerca del muro a la puerta de Talavera”.
Desde aquel momento el concejo se comprometió al mantenimiento de la comunidad y para esa tarea debió reunir no con pocas dificultades los fondos que año a año debía entregar al convento. Entre los escasos pero interesantes documentos relativos al convento que conserva el Archivo Municipal de Santa Olalla encontramos una real cedula de Felipe III del 30 de mayo de 1615 por la que se autoriza a destinar de sus propios 200 reales al año, durante cuatro años. Lo justifican diciendo: “El dicho convento no tenía renta de que se sustentara y el lugar era corto y pobre, de manera que no tenían limosnas y padecían necesidades muy grandes y por socorrer para ayuda y sustento y porque no se fuesen a vivir a otra parte por falta de sustento”. Esta provisión mencionada se renovó en sucesivas ocasiones.
El patronazgo por parte de la villa al convento se vio interrumpido en 1720, al no poder mantener la institución por el pésimo estado de las arcas municipales y la crecida del número de religiosos. Posteriormente el traslado de muchos religiosos, que huyeron del hambre y las fiebres terciarias, y la concesión de una real provisión de Felipe V en 1727 por la cual se autorizaba la venta de la rastrojera de los sembrados y la pampanada de las viñas y con ella poder reunir 200 ducados anuales que sumados a dádivas y limosnas al convento permitieron el restablecimiento del patronazgo municipal sin modificación hasta 1748.
Desde 1748 se subió la asignación del convento, algo que nos se formalizo hasta 1769. En 1769 se llega a un nuevo acuerdo por el que de 200 reales de vellón se sube a 1.500 reales, “consignándose del producto de las hierbas mayores de los prados de Almorquín y Valdeflores propios del concejo y cuando no alcanzase del producto, que se pagase la cantidad que faltase por los mismos vecinos, solicitando la correspondiente facultad para su repartimento”. El concejo se hacía cargo con esta cantidad de los sermones de las cuatro festividades de la Virgen, de los viernes y domingos de Cuaresma y de Semana Santa. Y tenía derecho además de los repetidos beneficios espirituales a un sitio reservado en la iglesia, en banco especial, y un alcalde a custodiar la llave del Santísimo en el Jueves Santo.
El 3 de octubre de 1764 el Convento de Santa Olalla recibió la visita de “fray Juan Antonio de Olivares, predicador, ex definidor, ex comisario y visitador de la Provincia de la Purísima Concepción y segunda vez Ministro provincial de esta santa provincia de San José de Menores Descalzos de nuestro padre San Francisco” que hizo descripción de la fundación del convento y de sus rentas.
“El ingreso de limosnas en varias especies es el siguiente: Del trigo que en toda la guardianía se recoge cada un año, poco más o menos veinticuatro fanegas; de cebada, treinta; de garbanzos, dos fanegas; de algarrobas, tres; de centeno, media; de habas, una fanega.
Y el señor Excelentísimo y Eminentísimo Cardenal Arzobispo de Toledo, que Dios prospere y guarde muchos años, da a esta Comunidad una limosna voluntaria de trigo de veinticinco fanegas.
Pídese el pan de varios lugares, y no se recoge lo suficiente para mantener la Comunidad, y es necesario cocer el trigo recogido y de lo que nos da el señor Eminentísimo para la Comunidad y los pobres, que son muchos.
Limosna de aceite se pide y otras, y se recogerán de aceite treinta arrobas; de vino, ochenta; de lana, tres arrobas; de seda, una libra; y de lino y estopa una arroba.
En los lugares donde se piden estas limosnas se va por la Cuaresma de vereda y se les predica y confiesa por dos religiosos, y en Cebolla se les predica Ceniza y los domingos primeros de Adviento y Cuaresma, y en los días festivos va un confesor a confesar. Y donde los señores curas piden predicador para algún domingo de Cuaresma o Adviento, se les envía.
Las limosnas que en especie de dinero entran en poder del síndico de esta comunidad son las siguientes: De sermones panegíricos 2.200 reales de vellón; De sermones morales 1.500; De hábitos de difuntos que piden varios devotos 1.100; De la limosna que da la Villa de Santa Olalla del situado 1.500; De la lana que se recoge y la que se corta de cincuenta o más carneros que compra el síndico para la Comunidad 800; De la limosna que da la Villa de Cebolla 1.100; De varias limosnas de devotos de entre-año 1.500; De lo que da el Rey nuestro señor para pagar el pase de las cartas 160; De los señores alcaldes de Santa Olalla para ayuda a dos festividades para sus gastos 120; Importan todas las limosnas pecuniarias que recibe nuestro sindico 9.980 reales de vellón.
Gasto preciso de esta Comunidad en cada un año, poco más o menos, en especie de dinero, que exhibe y paga nuestro síndico: De pescado abadejo, 45 arrobas, reguladas al precio de cuarenta reales cada arroba, 1.800; De 250 arrobas de vino, cada una a diez reales de vellón 2.500; De 220 varas de sayal, a ocho reales la vara, 1.760; De lienzo para paños menores a los religiosos, que se les da dos veces cada año, noventa varas, 455; De lienzo, lo más forzoso, no lo que se necesita, para la sacristía y enfermería, 200; De los carneros que para la comunidad compra nuestro sindico, 1.000; De la carne de vaca que se trae para cenar, 800; Del tocino que compra el síndico para la comunidad 300; De la cera que se compra para las misas 500. De las soldadas que ganan mozos, lavandera, barbero y herrador 1.348; De botica para los enfermos 400; De la nieve que se gasta 300; De la sal y precisas especias 300; De varios reparos y quiebras del convento 400; De portes para pagar las cartas 160; Importa el dinero que da nuestro sindico para gastos de la comunidad 12.223 reales de vellón.
Lo que se da los pobres de limosna en varias especies importara lo menos trescientos ducados.
¡Este es el milagro de la Divina Providencia con sus pobres evangélicos! ¡Sea Dios bendito y glorificado para siempre de todas las criaturas, y especialmente de los hijos de nuestro padre San Francisco y San Pedro de Alcántara, por cuyos méritos el Señor nos alimenta! Amén.
Es cuanto debo decir en la materia mandada. Y para que conste, lo firmé de mi mano y los discretos y sellé con el sello del sobredicho convento en quince de noviembre de 1764. Fray José de Puertollano o Santa Bárbara, guardián, fray Manuel de Mora y fray Eusebio de Pinilla (Firman y rubrican).”
El último convenio entre la villa como patrona y el convento llegaría el 4 de julio de 1808, después de un tiempo de “distracciones” se vuelve a ajustar el convenio en las mismas condiciones con el pago de los 1.500 reales, las obligaciones de los frailes quedan también actualizadas “Que los religiosos del convento han de quedar obligados a asistir y concurrir en forma y cuerpo de comunidad a las funciones de iglesia del Corpus Christi, Virgen de la Piedad, Cristo de la Caridad , procesiones de la Octava del Corpus y otras generales de publica rogativa”.
El Convento fue usado como acuartelamiento francés durante la Guerra de la Independencia, destruido a causa de la guerra y abandonado por tanto por los frailes. Terminada la guerra en 1815, la cofradía de San Antón y el ayuntamiento firman un convenio para instalar a los padres Franciscanos de San Pedro de Alcántara en el Hospital de San Antón, algo que no se logró. El Convento de San Juan fue reedificado parcialmente en 1832, aunque aun así los monjes no regresaron. Finalmente las medidas de exclaustración que llegaron con las reformas liberales imposibilitaron ya su regreso por lo que se utilizó finalmente como cementerio.
El diccionario de Madoz nos da una de las ultimas referencias al convento: “En las afueras un convento de San Francisco, derribado en la Guerra de la Independencia, reedificado en 1832; pero que no llegó a habitarse por haber sobrevenido la exclaustración, y sirve en el día para teatro; 2 ermitas dedicadas a San Roque y San Sebastián, y unido al convento, el cementerio que no ofende a la salud”.
La vida del convento se basaba en rezos y misas diarias y en el cuidado del huerto próximo llamado huerto de San Juan. El convento disponía de diez y ocho celdas para los religiosos y tres para enfermos y huéspedes, claustro, archivo e iglesia.
El claustro era sencillo pero decorado con siete cuadros de grandes dimensiones que recordaban pasajes de la vida de San Francisco de Asís, destacando el de menor tamaño, situado sobre la puerta que daba acceso a la portería. Éste representaba a este santo arrojado a las llamas, desnudo, poniendo freno a la tentación lasciva.
En el archivo se conservaba un Lignium Crucis (reliquia o fragmento de la cruz en la que Cristo fue crucificado) donado por doña Isabel de Samaniego, vecina de Otero.
En la iglesia destacaba una pintura en el altar mayor que representaba a San Juan Bautista, titular del templo, bautizando a Cristo en las orillas del Jordán. Por la capilla mayor del templo a la parte del medio día se hallaba la lujosa capilla mandada construir por suscripción popular y la iniciativa del emprendedor y entusiasta fray Francisco de Lillo en el año 1743. Al poco de finalizar la obra él murió siendo enterrado según sus últimos deseos en esta capilla. En ella recibía culto una pequeña imagen que fue un regalo del obispo de Segovia e inquisidor general don Baltasar de Mendoza y Gómez de Sandoval (Madrid, 1652 - Segovia, 1727), hijo de los condes de Orgaz y señores de Santa Olalla y un personaje muy destacado durante la Guerra de Sucesión.
Del convento solo han sobrevivido hasta nuestros días unas cuevas usadas por los frailes como bodegas. Y probablemente la pequeña imagen de San Juan Bautista que se conserva en la iglesia de San Julián.
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