La existencia de hasta tres parroquias en
Santa Olalla, más ermitas y capillas de otras instituciones religiosas como el
hospital y el convento, provocó que fueran muy numerosas las diferentes devociones
que se repartían entre estos edificios. Algunas de estas devociones invocadas
solo como protectoras contra determinados males y otras solo extendidas entre
los feligreses de cada parroquia.
Si la iglesia de San Julián tenía al Cristo
de la Caridad a quien se encomendaban los santaolalleros frente a pestes y
otras epidemias; la iglesia de San Pedro tenía al Cristo del Lucero que era el
abogado de la lluvia y de las cosechas. A esta imagen se encomendaban los
santaolalleros en las épocas de sequía, cuando hacían falta lluvias se sacaba
el Cristo en procesión por los caminos del pueblo, las conocidas como
rogativas.[1] En
una villa agrícola el Cristo del Lucero era uno de los más queridos de Santa
Olalla, y a él se le pedían milagros relacionados con el líquido elemento,
invocándole durante las sequías, tan recurrentes y habituales en nuestro duro
clima castellano.
La imagen del Cristo de Lucero es una talla
de madera de gran tamaño, obra del siglo XVII. La encarnadura del Cristo es
clara, con un rostro de gran patetismo, sobre la cabeza lleva una corona de
espinas naturales. El Cristo esta clavado a una cruz jaspeada en verde, con filos
dorados y con una sencilla tablilla con la inscripción "INRI".
Esta imagen se encontraba en un lateral de la
iglesia, en la nave de la epístola, y desde allí se descolgaba para procesionar
en las rogativas. Desde el último tercio del siglo XX la imagen está colgada de
dos cadenas en el altar mayor de la Iglesia de San Pedro.
Este motivo provocó que en 1995, en la última
rogativa que se ha convocado en Santa Olalla, fuera sustituido por el Cristo de
la Caridad y en aquella ocasión “también llovió”.
Cristo del
Lucero
Bendito retrato,
mándanos el agua
para nuestros campos.
[1] LÓPEZ
MUÑOZ, Josué: Mitos y leyendas.
Barbacana nº 2. (Fundación Condes de Orgaz en Santa Olalla. Santa Olalla, marzo
de 2003). Pág. 3.