domingo, 20 de octubre de 2019

Santa Eulalia, Santa Olalla en época romana y visigoda

En el siglo II antes de Cristo encontramos a los romanos en nuestro pueblo, que formó parte de la provincia romana llamada Carthaginensis, en la frontera con la Lusitania.
Sobre la cañada ganadera de origen celta, montaron los romanos la calzada que unía Emérita Augusta con Caesaróbriga y Toletum (Mérida con Talavera y Toledo). Al estar Santa Olalla junto a esta calzada, tuvo una función específica que cumplir dentro del entramado romano, se convirtió en lugar de descanso de las legiones y de viajeros, presidio para los penados por la justicia e importante zona de explotación agrícola y ganadera.
Existe consenso entre la mayoría de los historiadores, para afirmar que es en la etapa romano-cristiana cuando el pueblo recibe por primera vez el nombre de Santa Eulalia. La situación de nuestro pueblo permitió que no tardara en llegar la fama y devoción a esta mártir que desde el bajo imperio romano fue patrona de Mérida.
Santa Eulalia de Mérida (Emérita Augusta, 292 - Emerita Augusta, 10 de diciembre de 304) fue una santa cristiana, virgen y mártir, que padeció el martirio a los trece años en la ciudad de Mérida, mandada martirizar por el gobernador de Lusitania, Calpurriano, durante las persecuciones a los primeros cristianos del emperador Diocleciano. La noticia de la vida y martirio de la santa emeritense se expandió rápidamente por el Imperio Romano, convirtiendo a la ciudad en uno de las metas más importantes de peregrinación de Europa occidental durante la alta Edad Media. De hecho, y hasta la proclamación de Santiago Apóstol, Eulalia fue invocada como protectora de las tropas cristianas en la Reconquista y patrona de las Españas.
Los datos acerca de la vida y muerte de Santa Eulalia los encontramos en un himno que en honor de ella escribe el poeta Prudencio en el siglo IV; así como del relato de su pasión recogido en el Pasionario Hispánico.[1]
En el himno del poeta Prudencio se cuenta lo siguiente: Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo, y mandándoles que debían adorar a los falsos ídolos de los paganos. La niña sintió un gran disgusto por estas leyes tan injustas y se propuso protestar entre los delegados del gobierno.
Viendo su madre que la jovencita podía correr algún peligro de muerte si se atrevía a protestar contra la persecución de los gobernantes, se la llevó a vivir al campo, pero ella regreso a la ciudad de Mérida.
Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban adorar ídolos y prohibían al verdadero Dios eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los cristianos.
Daciano intentó al principio ofrecer regalos y hacer promesas de ayudas a la niña para que cambiara de opinión, pero al ver que ella seguía fuertemente convencida de sus ideas cristianas, le mostró todos los instrumentos de tortura con los cuales le podían hacer padecer horriblemente si no obedecía a la ley del emperador que mandaba adorar ídolos y prohibía adorar a Jesucristo. Y le dijo: "De todos estos sufrimientos te vas a librar si le ofreces este pan a los dioses, y les quemas este poquito de incienso en los altares de ellos". La jovencita lanzó lejos el pan, echó por el suelo el incienso y le dijo valientemente: "Al sólo Dios del cielo adoro; a El únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más".
Entonces el juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.
Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.[2]
Etimológicamente, Eulalia significa en griego (Ευλαλια): 'la que habla bien' - eu = 'bien', lalein = 'hablar' (verbo) o lalia = 'habla' (sustantivo).

Santa Eulalia de Mérida
Iglesia de San Pedro Apóstol - Santa Olalla
Sería por tanto en el siglo IV, cuando surge oficialmente el hagiotopónimo de Santa Eulalia, en alusión a nuestro pueblo.
En el siglo V entran los pueblos bárbaros y se consolida el Reino Visigodo. Pocos datos tenemos de su relación con nuestro pueblo, únicamente sabemos que en esta etapa se mantuvo el nombre dado por los romanos, Santa Eulalia, en honor de la famosa mártir emeritense.
Es posible que se construyera en esta época la primera iglesia de nuestro pueblo, y que se dedicó, como no podía ser de otra forma, a Santa Eulalia que en ese momento se convierte en patrona del pueblo. No debió ser un templo muy grande, pero cumplió una importante función en la cristianización de nuestros antepasados. Fue destruida posteriormente por los musulmanes.
            El resto arqueológico de esta época más destacado es una sepultura con restos humanos encontrada en 1995 en el paraje de Alcantarilla según el arqueólogo que la estudió, Zacarías López-Barrajón Barrios, data de los siglos V o VI d. C.



[1] RIESCO CHUECA, Pilar: Pasionario hispánico, (Universidad de Sevilla. Sevilla, 1995).

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