En 1842 nacía en Santa Olalla Leonardo
Garrido,[1] que
pese a ser ordenado sacerdote en 1866, se reconvertiría en uno de los más
activos guerrilleros carlistas de la provincia de Toledo.
Nació en Santa Olalla fruto del matrimonio de
Lucio Garrido y Gabriela García, siendo bautizado en la iglesia de San Pedro
Apóstol el 25 de abril de 1842.
Se ordenó sacerdote en Toledo el 19 de mayo
de 1866.[2] De él
se dijo de él que era “un joven y
virtuoso sacerdote”, que muy pronto debió simpatizar con las facciones
carlistas pues también se resalta que es un “entusiasta
carlista”.
Partida de ordenacion de Leonardo Garrido,
con transcripción de la de bautismo
Sabemos que en 1872 su partida fue alcanzada
y fueron abatidos cinco de sus hombres en Novés. Tenemos constancia de sus
primeras correrías con su partida carlista gracias a un libro de difuntos del
archivo parroquial de Noves.[3]
Se dice que “el 2 de diciembre del año de 1872, se dio sepultura a los cadáveres de
don José Cortés, don Dámaso García, Mariano Martín Cortés y otros tres cuyas
personas no se han identificado previo oficio del Juzgado Municipal de este
pueblo, dado en este día y de las averiguaciones que he tomado para saber de
donde procedían dichos cadáveres, resulta fueron de la partida carlista que se
presentó en este pueblo en la mañana del
veintinueve de noviembre pasado mandada por el referido Sr. Cortés y D.
Leonardo Garrido natural de Santa Olalla; cuya partida fue alcanzada y batida
en el término de este pueblo, al sitio que llaman de las Cárcavas; por la
Columna de Tiradores de Caballería de Talavera al mando del capitán de la misma
D. Antonio Parés; de cuyo encuentro resultaron muertos los seis referidos. Se
les hizo en esta iglesia un entierro por todo el clero de ella, y en el
cementerio se les cantó el oficio de sepultura por los mismos.” La partida
la firma el cura Manuel Martín Pérez.
En una nota al margen se dice: “A pesar de no haberse identificado las tres
personas que dan causa a esta partida se ha averiguado después que uno de ellos
era Eleuterio Domínguez, natural de Navahermosa, casado con Gavina Pérez,
vecinos de Madrid”.
El Diario
oficial de avisos de Madrid del día del suceso 1 de diciembre de 1872 nos
aporta el parte oficial. “Con motivo de haberse levantado una partida carlista,
capitaneada por Cortés y Garrido, en la provincia de Toledo, salió anteayer de
la capital una columna, y ayer el escuadrón de Talavera, al mando de su capitán
don José Pares, y ocho guardias civiles, dejando a la infantería, que no podía
seguir en su precipitada marcha, avanzaron reventando caballos hasta alcanzar
la facción entre Noves y Maqueda, sitio denominado La Silla, dispuesta a
resistir en los olivares.
El resultado
ha sido dar muerte a siete enemigos, entre ellos dos de los jefes, haciendo 23
prisioneros que se encuentran en la cárcel de Toledo, cogiéndoles 24 armas de
fuego, tres blancas, un caballo, 36 duros y un estandarte con varios lemas. Un
corto número de ellos se vio huir durante el combate. Por nuestra parte hemos
tenido un soldado herido levemente y el caballo de un guardia reventado.”
Tras este contratiempo, el cabecilla Garrido,
huido milagrosamente se exilió en Bayona desde donde pedía ayuda para sus
compañeros de infortunio, a través de una carta con fecha 9 de diciembre. Solicitaba
que se abriera una suscripción popular en "La Esperanza".
“A mis
compañeros de infortunio. Leales y desgraciados compañeros: La gratitud,
patrimonio exclusivo de corazones nobles, me ha obligado desde el primer momento
de nuestra desgracia a dedicaros mis recuerdos y suspiros, ya que otra cosa no
me permitía la activa persecución que durante estos últimos días; he venido
sufriendo: pero libre ya de las pesquisas de nuestros enemigos, mi primer deber
es enviaros mí saludo y un tributo de gracias por vuestra digna conducta
durante el corto período de tiempo que juntos hemos militado en el campo del
honor.
Reunidos en
número insuficiente para realizar la empresa proyectada, todos de común
acuerdo, convinimos el variar de plan y aceptar el que las circunstancias nos
deparaba. ¿Qué pasó después? Ni aun recordarlo puedo sin que la sangre se me
encienda. Una delación infame, albergada en pechos mal nacidos, puso al enemigo
en el sitio mismo donde empezábamos a operar, es buena prueba la precipitada
marcha que emprende, los caballos reventados que dejó en el camino y la
seguridad que tenía, del terreno donde, nos había de encontrar.
Sorprendidos
por fuerzas del ejército, bien sabéis que no tuvimos tiempo para otra cosa que
para hacer algunos disparos, sin poder ganar la retirada: estábamos
completamente cercados por triple número, de fuerza que la nuestra y era
imposible la salida, inútil la resistencia. Porque así lo comprendisteis,
depusisteis las armas creyendo encontrar en los jefes enemigos la proverbial
generosidad del verdadero ejército español. ¡Cruel desengaño!
Seis
hermanos nuestros, algunos de ellos dignos y renombrados jefes de la pasada
guerra, han sido pasados por las armas sin formación de causa y con quebranto
de leyes tan escarnecidas como vociferadas: a todos probablemente os hubiera
cabido también igual suerte, a no ser por un noble sargento de la Guardia civil
que no sólo se opuso a que continuarán los fusilamientos, sino que fue preciso
que se pusiera a vuestro lado para impedir, la horrible carnicería á que estaba
dispuesta la tropa mandada por el capitán Pares.
Y ya que del
señor Pares me ocupo, debo denunciar ante el partido carlista y la nación
entera, el error en que dicho señor incurre al asegurar que había arrebatado de
nuestras manos la bandera, digna enseña de nuestro Dios, nuestra Patria y
nuestro Rey. Si esa bandera ha sido cogida, lo ha sido como pudiera serlo
cualquier otro objeto que acompañara a la partida; pero nunca, como bandera izada,
puesto que aún no se había desplegado. Si dicho señor tan falto está de
glorias, que necesita suponerlas, de hoy en adelante se le presentarán
ocasiones mil en que pueda aspirar a ellas. Para entonces le emplazo.
No obstante de
haber gastado toda mi fortuna en preparar elementos para la campaña, estad
seguros que como buen hermano compartiré con vosotros cuanto soy y cuánto
tenga.
LEONARDO
GARRIDO, Bayona 9 de diciembre de 1872.”
En la Torre de Esteban Hambran nos aportan
más datos sobre su huida, allí retenido en una posada, aporta un nombre falso y
falsas referencias de buena conducta, lo que le permite ganar tiempo y
entretener a las autoridades torreñas. Leonardo Garrido, alega que su caballo
esta cojo y desea le inspeccione el veterinario. “Personase este, llamado por el hijo del posadero, procede a un minucioso
reconocimiento de aquel, y después de darle algún paseo en el portal de la
posada, cuyas puertas abiertas tienen su salida a la carretera, manifiesta no
hallar lesión alguna en él. D. Leonardo entonces monta en él, y dirigiéndose al
veterinario y agentes que le vigilaban: Fíjense bien, les dice, y verán como
cojea. Luego que hubo dado algunos pasos, se aproxima a la puerta de salida, le
pica espuela, y tomando la dirección de la carretera, sale del pueblo a toda
carrera, desapareciendo de la vista de los espectadores. Los cuales admirados
de la audacia y destreza, se miran y dicen unos a otros ¡Ya no vuelve! ¡Se
escapó! Y en efecto, no volvió. Unos y otros se increpan y recriminan,
atribuyéndose mutuamente la torpeza. Pero el que más sintió este inesperado
percance fue el tío Pepillo, si bien se consoló con haber quedado el otro
detenido y en él poder vengar sus iras.”[4]
La última referencia a su persona encontrada,
por el momento, nos lo cita como coronel y lo sitúa en Navarra y el País Vasco
donde el movimiento carlista tuvo una gran aceptación. El 11 de noviembre de 1875 “El
teniente coronel Leonardo Garrido, jefe del 8° Batallón de Navarra, logra sacar
a rastras de la estación de ferrocarril de Pamplona dos magníficas locomotoras
que puso luego en camino a Iruzun, sin sufrir ninguna baja. Las dos locomotoras
se sacaron del depósito con varias parejas de bueyes, la segunda ya de día y a
la vista de gran parte del vecindario, y fueron arrastradas hasta la vía. Entre
las personas que contribuyeron a sacar las máquinas merecieron especial mención
el inspector de ferrocarriles don Vicente Blázquez quien, ayudado por el
fogonero Vicente Gorostieta, dirigió los trabajos de reparación de la vía y
colocación en ella de las locomotoras y las condujo hasta que estuvieron fuera
del alcance de los cañones de la plaza.”[5]
[1] LÓPEZ
MUÑOZ, Josué: Retazos de nuestra historia
-Para conocer un poco más sobre la historia de
Santa Olalla,
sus anécdotas y sus personajes-. Libro de las Fiestas de Ntra. Sra. de la Piedad 2022.
(Ayuntamiento de Santa Olalla. Santa Olalla, 2022).
[2] FÉLIX
GARCÍA, Roberto y DELGADO AGUDO, Adolfo: La Primera Guerra Carlista en los Partidos Judiciales de Escalona y
Torrijos. Castilla la Nueva. 1833-1840. Recopilación Documental. (Lagomar
artes gráficas. Torrijos, 2013). Pág. 300.
[3] Archivo
Parroquial de Novés: Libro de muertos de la
Parroquia de Novés año 1861, Partida Nº 224. Facilitado por Francisco
Javier de Fuentes Fernández.
[4] GARCÍA FLORES, Isidoro: Reseña histórica de los orígenes,
vicisitudes y estado actual de la villa de Torre de Esteban Hambrán, seguida de
las Ordenanzas municipales de la misma, (Imprenta de Valero Díaz. Madrid,
1888). Pág. 228.
[5] PARDO
SAN GIL, Juan: El
ferrocarril carlista, VI Congreso de historia ferroviaria. (Sociedad
de Estudios Vascos. Vitoria, 2012). Pág. 19.
Caricaturas del Carlismo, extraidas de la Revista La Flaca |