jueves, 16 de noviembre de 2023

Leonardo Garrido, un cura y guerrillero carlista de Santa Olalla

 

En 1842 nacía en Santa Olalla Leonardo Garrido,[1] que pese a ser ordenado sacerdote en 1866, se reconvertiría en uno de los más activos guerrilleros carlistas de la provincia de Toledo.

Nació en Santa Olalla fruto del matrimonio de Lucio Garrido y Gabriela García, siendo bautizado en la iglesia de San Pedro Apóstol el 25 de abril de 1842.

Se ordenó sacerdote en Toledo el 19 de mayo de 1866.[2] De él se dijo de él que era “un joven y virtuoso sacerdote”, que muy pronto debió simpatizar con las facciones carlistas pues también se resalta que es un “entusiasta carlista”.

Partida de ordenacion de Leonardo Garrido,
con transcripción de la de bautismo

Sabemos que en 1872 su partida fue alcanzada y fueron abatidos cinco de sus hombres en Novés. Tenemos constancia de sus primeras correrías con su partida carlista gracias a un libro de difuntos del archivo parroquial de Noves.[3]

Se dice que “el 2 de diciembre del año de 1872, se dio sepultura a los cadáveres de don José Cortés, don Dámaso García, Mariano Martín Cortés y otros tres cuyas personas no se han identificado previo oficio del Juzgado Municipal de este pueblo, dado en este día y de las averiguaciones que he tomado para saber de donde procedían dichos cadáveres, resulta fueron de la partida carlista que se presentó en este pueblo en la mañana del  veintinueve de noviembre pasado mandada por el referido Sr. Cortés y D. Leonardo Garrido natural de Santa Olalla; cuya partida fue alcanzada y batida en el término de este pueblo, al sitio que llaman de las Cárcavas; por la Columna de Tiradores de Caballería de Talavera al mando del capitán de la misma D. Antonio Parés; de cuyo encuentro resultaron muertos los seis referidos. Se les hizo en esta iglesia un entierro por todo el clero de ella, y en el cementerio se les cantó el oficio de sepultura por los mismos.” La partida la firma el cura Manuel Martín Pérez.

En una nota al margen se dice: “A pesar de no haberse identificado las tres personas que dan causa a esta partida se ha averiguado después que uno de ellos era Eleuterio Domínguez, natural de Navahermosa, casado con Gavina Pérez, vecinos de Madrid”.

El Diario oficial de avisos de Madrid del día del suceso 1 de diciembre de 1872 nos aporta el parte oficial. “Con motivo de haberse levantado una partida carlista, capitaneada por Cortés y Garrido, en la provincia de Toledo, salió anteayer de la capital una columna, y ayer el escuadrón de Talavera, al mando de su capitán don José Pares, y ocho guardias civiles, dejando a la infantería, que no podía seguir en su precipitada marcha, avanzaron reventando caballos hasta alcanzar la facción entre Noves y Maqueda, sitio denominado La Silla, dispuesta a resistir en los olivares.

El resultado ha sido dar muerte a siete enemigos, entre ellos dos de los jefes, haciendo 23 prisioneros que se encuentran en la cárcel de Toledo, cogiéndoles 24 armas de fuego, tres blancas, un caballo, 36 duros y un estandarte con varios lemas. Un corto número de ellos se vio huir durante el combate. Por nuestra parte hemos tenido un soldado herido levemente y el caballo de un guardia reventado.”

Tras este contratiempo, el cabecilla Garrido, huido milagrosamente se exilió en Bayona desde donde pedía ayuda para sus compañeros de infortunio, a través de una carta con fecha 9 de diciembre. Solicitaba que se abriera una suscripción popular en "La Esperanza".

“A mis compañeros de infortunio. Leales y desgraciados compañeros: La gratitud, patrimonio exclusivo de corazones nobles, me ha obligado desde el primer momento de nuestra desgracia a dedicaros mis recuerdos y suspiros, ya que otra cosa no me permitía la activa persecución que durante estos últimos días; he venido sufriendo: pero libre ya de las pesquisas de nuestros enemigos, mi primer deber es enviaros mí saludo y un tributo de gracias por vuestra digna conducta durante el corto período de tiempo que juntos hemos militado en el campo del honor.

Reunidos en número insuficiente para realizar la empresa proyectada, todos de común acuerdo, convinimos el variar de plan y aceptar el que las circunstancias nos deparaba. ¿Qué pasó después? Ni aun recordarlo puedo sin que la sangre se me encienda. Una delación infame, albergada en pechos mal nacidos, puso al enemigo en el sitio mismo donde empezábamos a operar, es buena prueba la precipitada marcha que emprende, los caballos reventados que dejó en el camino y la seguridad que tenía, del terreno donde, nos había de encontrar.

Sorprendidos por fuerzas del ejército, bien sabéis que no tuvimos tiempo para otra cosa que para hacer algunos disparos, sin poder ganar la retirada: estábamos completamente cercados por triple número, de fuerza que la nuestra y era imposible la salida, inútil la resistencia. Porque así lo comprendisteis, depusisteis las armas creyendo encontrar en los jefes enemigos la proverbial generosidad del verdadero ejército español. ¡Cruel desengaño!

Seis hermanos nuestros, algunos de ellos dignos y renombrados jefes de la pasada guerra, han sido pasados por las armas sin formación de causa y con quebranto de leyes tan escarnecidas como vociferadas: a todos probablemente os hubiera cabido también igual suerte, a no ser por un noble sargento de la Guardia civil que no sólo se opuso a que continuarán los fusilamientos, sino que fue preciso que se pusiera a vuestro lado para impedir, la horrible carnicería á que estaba dispuesta la tropa mandada por el capitán Pares.

Y ya que del señor Pares me ocupo, debo denunciar ante el partido carlista y la nación entera, el error en que dicho señor incurre al asegurar que había arrebatado de nuestras manos la bandera, digna enseña de nuestro Dios, nuestra Patria y nuestro Rey. Si esa bandera ha sido cogida, lo ha sido como pudiera serlo cualquier otro objeto que acompañara a la partida; pero nunca, como bandera izada, puesto que aún no se había desplegado. Si dicho señor tan falto está de glorias, que necesita suponerlas, de hoy en adelante se le presentarán ocasiones mil en que pueda aspirar a ellas. Para entonces le emplazo.

No obstante de haber gastado toda mi fortuna en preparar elementos para la campaña, estad seguros que como buen hermano compartiré con vosotros cuanto soy y cuánto tenga.

LEONARDO GARRIDO, Bayona 9 de diciembre de 1872.”

En la Torre de Esteban Hambran nos aportan más datos sobre su huida, allí retenido en una posada, aporta un nombre falso y falsas referencias de buena conducta, lo que le permite ganar tiempo y entretener a las autoridades torreñas. Leonardo Garrido, alega que su caballo esta cojo y desea le inspeccione el veterinario. “Personase este, llamado por el hijo del posadero, procede a un minucioso reconocimiento de aquel, y después de darle algún paseo en el portal de la posada, cuyas puertas abiertas tienen su salida a la carretera, manifiesta no hallar lesión alguna en él. D. Leonardo entonces monta en él, y dirigiéndose al veterinario y agentes que le vigilaban: Fíjense bien, les dice, y verán como cojea. Luego que hubo dado algunos pasos, se aproxima a la puerta de salida, le pica espuela, y tomando la dirección de la carretera, sale del pueblo a toda carrera, desapareciendo de la vista de los espectadores. Los cuales admirados de la audacia y destreza, se miran y dicen unos a otros ¡Ya no vuelve! ¡Se escapó! Y en efecto, no volvió. Unos y otros se increpan y recriminan, atribuyéndose mutuamente la torpeza. Pero el que más sintió este inesperado percance fue el tío Pepillo, si bien se consoló con haber quedado el otro detenido y en él poder vengar sus iras.”[4]

La última referencia a su persona encontrada, por el momento, nos lo cita como coronel y lo sitúa en Navarra y el País Vasco donde el movimiento carlista tuvo una gran aceptación. El 11 de noviembre de 1875 “El teniente coronel Leonardo Garrido, jefe del 8° Batallón de Navarra, logra sacar a rastras de la estación de ferrocarril de Pamplona dos magníficas locomotoras que puso luego en camino a Iruzun, sin sufrir ninguna baja. Las dos locomotoras se sacaron del depósito con varias parejas de bueyes, la segunda ya de día y a la vista de gran parte del vecindario, y fueron arrastradas hasta la vía. Entre las personas que contribuyeron a sacar las máquinas merecieron especial mención el inspector de ferrocarriles don Vicente Blázquez quien, ayudado por el fogonero Vicente Gorostieta, dirigió los trabajos de reparación de la vía y colocación en ella de las locomotoras y las condujo hasta que estuvieron fuera del alcance de los cañones de la plaza.”[5]



[1] LÓPEZ MUÑOZ, Josué: Retazos de nuestra historia -Para conocer un poco más sobre la historia de

Santa Olalla, sus anécdotas y sus personajes-. Libro de las Fiestas de Ntra. Sra. de la Piedad 2022.

(Ayuntamiento de Santa Olalla. Santa Olalla, 2022).

[2] FÉLIX GARCÍA, Roberto y DELGADO AGUDO, Adolfo: La Primera Guerra Carlista en los Partidos Judiciales de Escalona y Torrijos. Castilla la Nueva. 1833-1840. Recopilación Documental. (Lagomar artes gráficas. Torrijos, 2013). Pág. 300.

[3] Archivo Parroquial de Novés: Libro de muertos de la Parroquia de Novés año 1861, Partida Nº 224. Facilitado por Francisco Javier de Fuentes Fernández.

[4] GARCÍA FLORES, Isidoro: Reseña histórica de los orígenes, vicisitudes y estado actual de la villa de Torre de Esteban Hambrán, seguida de las Ordenanzas municipales de la misma, (Imprenta de Valero Díaz. Madrid, 1888). Pág. 228.

[5] PARDO SAN GIL, Juan: El ferrocarril carlista, VI Congreso de historia ferroviaria. (Sociedad de Estudios Vascos. Vitoria, 2012). Pág. 19.

Caricaturas del Carlismo, extraidas de la Revista La Flaca

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