El camarín de la Virgen de la Encina
en su ermita de Carriches es un lugar lógicamente reservado y poco visitado que
guarda un interesante tesoro cerámico.[1]
El pequeño espacio elevado, al que
se sube por una estrecha escalera y desde el que se tiene acceso a la parte
trasera del retablo y a la venerada imagen de Ntra. Sra. de la Encina, está
solado con azulejos de cerámica de Talavera de mediados del siglo XVII. En esta
datación han coincidido todos los expertos que los conocen, especialmente el
académico e historiador del arte don Ángel Sánchez-Cabezudo.
Nuestro tesoro cerámico ocupa esos pocos
metros cuadrados de la ermita y solo con una revisión visual se comprueba que
son piezas reutilizadas procedentes de un mismo y único conjunto anterior. Quizás
procedan de zócalos de la antigua ermita, la actual fue reedificada en 1727. La
colocación actual es muy deficiente en su ordenación, al ser un conjunto
reaprovechado su ordenación y diseño no es la más correcta, pero si es cierto
que esta reutilización de materiales ha permitido que el conjunto llegue hasta
nuestros días.
Se trata de azulejos, de los llamados de
repetición, elaborados con esmalte blanco lechoso, de buena calidad, con decoración
pintada a pincel en azul. Se conservan diversos motivos, el principal es el de las
granadas, completado con rosetas de ocho pétalos y la cenefa de las ovas.
Y puestos a destacar curiosidades y
detalles poco conocidos de nuestra ermita, quiero destacar uno tan sencillo
como curioso que vamos a encontrar en la habitación que está bajo el camarín y
que sirve como sacristía. En la ventana de da a la calle, la viga de madera del
dintel tiene unas curiosas labores, las esquinas están labradas con un cordón
de borlas.
[1] LÓPEZ MUÑOZ, Josué: Un tesoro cerámico en
Carriches. Revista Cultural Adovea, nº 59. (Patrimonio Cultural Villa de
Carriches. Carriches, agosto de 2024).