El próximo jueves desfilaré en la procesión del Corpus Christi de Toledo, por eso ayer participé, en la Catedral Primada, en la investidura del Capítulo Hispanoamericano de Caballeros del Corpus Christi de Toledo.
Estoy orgulloso y contento de participar en este capítulo. Muy agradecido a mi padrino José María San Román Cutanda. Y como no, a mis acompañantes, las más guapas, mi mujer y mi madre.
Me impresionó escuchar este texto tan caballeresco en la catedral antes de comenzar la misa: “Habéis de saber, hermanos, que antiguamente una noche antes de que alguno se hubiese de investir Caballero, se armaba de todas sus armas, y armado se iba, a la Iglesia, y allí estaba toda la noche en pie, orando y suplicando a Dios que aquella Orden que tomaba fuese para su servicio.
Conviene tengáis de ahora en adelante presente que todos los que toman Orden de Caballeros han de ser más nobles y virtuosos que otros, y por eso en latín los llaman Mílites; porque antiguamente escogían entre mil, uno, por las cualidades que se requiere que tengan el que lo ha de ser; y en Castilla los llamaban Caballeros, y se les cruzaba con espada y espuelas, por lo que estas dos cosas significan. La espada simboliza las cuatro virtudes cardinales: por el pomo, la Fortaleza; por el puño, la Prudencia; por el áliger, la Templanza; y por la cuchilla, la Justicia.
Y así como el Caballero, con las espuelas que calza, guía al caballo derecho por las carreras, así corresponde al que se le hace caballero, que siempre todas sus obras sean ordenadas y dirigidas en mucha discreción. Y si los tiempos hogaño son otros, las virtudes y la voluntad de servicio a la Iglesia han de ser las mismas, aunque acomodadas a lo que mejor convenga.”
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