Tenemos
documentada la presencia de un alfarero en Santa Olalla, que durante los trece años
de producción que tuvo en nuestro pueblo surtió de cacharros de barro para uso
doméstico a la mayoría de las casas santaolalleras, muchas de las piezas
antiguas que todavía se conservan, ya como reliquia, fueron salidas de su alfar
y horno. Se trata de Gregorio Sánchez Rodríguez (Talavera de la Reina, 24 de
diciembre de 1897).[1]
Desde muy joven
comienza a trabajar en los alfares talaveranos de “El Carmen” en la época de Emilio Niveiro y
Gil de Rozas, y posteriormente en la fábrica “Juan Ruiz de Luna” en el tiempo
de la sociedad de Ruiz de Luna con Guijo y Cía.
Muy pronto
dominó el oficio y en Calera y Chozas estuvo ayudando a un alfarero que enfermó.
Trabajo como alfarero en La Iglesuela y Los Navalmorales. En Alcaudete de la
Jara, siendo todavía soltero, se establece por su cuenta.
Se casó con
Rufina Corrales Gracia nacida, como él, en Talavera de la Reina en 1900.
Tuvieron a su primera hija. En 1923 llegó a Santa Olalla, donde se estableció
en una vivienda de la calle Alcolea, y allí tendría ocho hijos más.
En los
diversos anuarios de industriales aparece alternativamente como cacharrero y
como alfarero.
Su alfar
estaba situado en el barrio de las Charcas, la tierra la cogía del camino
Carriches, quitaban la de tierra de labor y bajaban después unos 50
centímetros. Usaban la misma tierra para los cacharros de agua y para los de fuego.
La tierra la dejaba secar en una era y deshacían los terrones con un porrillo;
hacían la mezcla con agua en un pilón, se batía con una pala de madera y se
pasaba a dos pilas donde se dejaba solar. El barro solado lo pasaban al obrador
donde se pisaba y recogía en un rincón, tapándolo con arpilleras.
El horno era
abierto y algo enterrado, en la misma línea de todos los de la provincia. En la
rueda trabajaba solo él, pero en el resto de tareas contó con la ayuda de su cuñado
Alfonso Gil. Algunas vasijas se vidriaban, cociéndolas dos veces, la segunda
después de aplicado el esmalte.
Elaboró cantaros
de tres capacidades, también traía cantaros de la Puebla de Montalbán para
vender, botijos, huchas, comederos, bebederos, nidos para las palomas o zambombas.
Y vidriados solían hacer los pucheros, cazuelas, ollas y orzas.
Cántaro de Santa Olalla Catalogado por Juan Manuel Pradillo y que pertenecio a su colección |
Vendían a los
santaolalleros y también a otros cacharreros que distribuían su producción por pueblos
como Torrijos, Noves o Escalonilla.
Fue músico
por afición y tocó en la banda de Santa Olalla.
En julio de
1936 cuando las tropas de Franco avanzaban por la carretera de Extremadura hacia
Santa Olalla, Gregorio y su familia se refugian en Madrid. Terminada la guerra
no regresarían a Santa Olalla y se estableció en Los Navalucillos. Uno de sus
hijos Gregorio Sánchez Corrales (1929) se mantuvo en el negocio de
cacharrero-alfarero, así como dos de sus nietos José Luis Sánchez Corrales
(1954) y Justino Sánchez López (1956).[2]
[1] PRADILLO MORENO DE LA SANTA, Juan Manuel:
Alfareros toledanos, (Junta de
Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo, 1997).
[2] OCAÑA RODRÍGUEZ, Estrella; RAMÍREZ MARTÍN,
Rosario, RODRÍGUEZ GUERRA, María del Carmen; y VILLEGAS ZAPARDIEL, Damián: Alfarería
Popular de la Provincia de Toledo – Colección del Museo de Santa Cruz,
(Asociación Amigos del Museo de Cerámica Ruiz de Luna. Talavera de la Reina,
2005). Pág. 9.
Cántaro de Santa Olalla Imágen tomada del libro de Juan Manuel Pradillo |
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