La parroquia de Santa Olalla conserva un óleo sobre lienzo con una representación popular de la Virgen de la Soledad. Una representación muy repetida durante el siglo XVIII de la Virgen de la Soledad o de los Dolores a la que también se conoce como Virgen de la Paloma, por ser el lienzo de la iglesia de la Virgen de la Paloma de Madrid el más famoso y venerado de todos.
El origen de esta curiosa representación de la Virgen vestida de luto al estilo de las damas castellanas del siglo XVI lo encontramos en el reinado de Felipe II. Cuando la reina Isabel de Valois, esposa de Felipe II, llegó a España en 1560 se trajo de Francia un cuadro en el que se veía la Virgen arrodillada tras una cruz vacía, por el que sentía gran estima y que colocó en su oratorio. La reina, que tenía 24 años, encargó a Gaspar Becerra que le hiciera una talla de esa Virgen, obra que estuvo terminada a principios del año 1561. Cuando lo tuvo ante ella Isabel de Valois preguntó a la condesa de Ureña, su dama de compañía: -“¿Qué nombre le pondremos?” y la condesa, que acababa de quedarse viuda, le contestó: -“Soledad”. -“¿Y cómo la vestiremos?”, preguntó la joven reina, -“Con mis ropas de viuda”, contestó la dama de compañía. Por eso la Virgen de la Soledad a la que se venera en centenares de lugares de España, tiene el traje blanco y la capa negra propia de las damas viudas de la nobleza española del siglo XVI.
La representación sencilla y de la escuela popular madrileña que conservamos en Santa Olalla se corresponde con esta descripción tan repetida en cientos de imágenes similares. Como si de una escena de oratorio se tratara, la imagen de la Virgen aparece flanqueada por cortinajes grises con pasamanería, recogidos a los lados con cordones y borlones. En el centro la efigie de la virgen arrodillada sobre un cojín dispuesto sobre una peana de apariencia orfebre, en su centro una cartela con la palabra en latín “Charitas”. La Virgen viste de blanco, con manto negro, cuelga un largo rosario negro y en su cabeza una diadema de estilo castellano formada por rayos y estrellas.
En la esquina inferir izquierda encontramos el texto “A devoción de Francisco Díaz y de Ana Rodríguez Hurtada, su mujer”. Conserva su marco original de madera con sencillas labores.
Artísticamente es una pintura sencilla y de baja calidad, pero muy interesante como testimonio de la enorme difusión de la devoción a la Virgen de la Soledad en un entorno amplio de Madrid y en la provincia de Toledo. El lienzo fue restaurado en el año 2006.
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